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HACIA LO DESCONOCIDO No estaba tan vieja, ni siquiera llegaba a los 30; cargaba con un embarazo de 7 meses y un niño con 2 años de nombre Pedro enganchado en la cintura; en su cabeza un canasto con algo de comida para el camino; en una de sus manos otro de sus hijos de 4 años de nombre Bernardino, le seguía otra hija de 11 de nombre Alejandra que se esforzaba mucho por ayudar a aquella cansada madre, pero el paludismo y desnutrición le restaban fuerzas...y allí iba detrás también yo, con mis botitas encajadas en el hombro y cargando uno que otro bulto con cachivaches, el marido de la doña no estaba, creo que iba con otra señora que tenía (de nombre Nery que ahora vive en Jalapa - es una humilde mujer que me dió 2 medió hermanos). Por más que intento imaginarme de donde sacaba fuerzas esta mujer que es mi madre para soportar semejante carga, no logro hacerlo; -era imperativo salir de esa zona ya que era considerada altamente peligrosa porque era el camino de Contras y Sandinistas y corr
EL ÉXODO ...personas sin partes del cuerpo, en camilla, apoyados en otros, agachados, en silencio, pasaban cerca -tan cerca que podía oír como sus quejas se ahogaban con el sonido de la lluvia, -no miraban a los lados, solo de frente y hacia abajo, abría bien mis ojos intentando encontrar en aquella tragedia a mis nuevos amigos que compartiesen conmigo la cena de la noche anterior; no recuerdo cuanto estuve allí, el combate no parecía tener fin a lo lejos, mis recuerdos son borrosos de entonces. Al día siguiente parece que algo importante pasaba en la zona, no sabía qué; era tan solo un niño, nadie se molestaba en contarme o consultarme algo...mi padre parecía sofocado yendo y viniendo de las casas vecinas (la más cercana era de mi primo Chon a unos 900 metros, después mi tía Claudina a unos dos mil metros, Don Pánfilo -un sumo de la zona estaba a unos dos mil quinientos metros y por último mi tío José a unos tres mil metros), estaba intentando vender animales o granos pero parece q
LOS SANDINISTAS Un correo pasó esa tarde avisando que un grupo grande de Sandinistas pasarían por la casa al anochecer ; mis padres estaban alborotados, no sé si tenían miedo o no; yo estaba emocionado, no sabía si de miedo o alegría porque por fin conocería a los Sandinistas de los que tanto hablaban todos en esa parte de la montaña; la hora esperada llegó, vi a mi padre a unos 100 metros de la casa hablando con unos militares, de escondíditas me acerqué junto a él y no pude entender de lo que hablaban, yo quería oír, yo quería ver, estiraba la cabeza intentando averiguar lo que había en el bosque cercano, el sonido de una multitud resonaba en ese monte; se hizo casi de noche y me escabullí entre los matorrales para llegar donde estaban, unos me llamaron y tímidamente me acerqué, vi sus rostros por fin -no eran como los imaginaba: enormes, con cara de rabia, dientes afilados y llenos de verrugas; no se parecían en nada a lo que había creído en esa mente de pequeño soñador; eran unos m